
Durante los días 26, 27 y 28 de mayo, la Arena USC se convirtió en el escenario de uno de los momentos más significativos en la vida de cientos de estudiantes: la ceremonia de grados. Por primera vez, la universidad reunió a sus facultades para celebrar en este espacio imponente y vibrante, lo que se convirtió en una experiencia colectiva que unió emociones, logros y esperanza. Cada jornada, con su propio color y energía, dejó una huella imborrable tanto en los graduandos como en sus familias.
Desde antes de cruzar las puertas de la Arena USC, ya se respiraba una mezcla de nervios, ilusión y nostalgia. Los abrazos entre compañeros, las miradas que decían “lo logramos”, las risas nerviosas y las vestimentas cuidadosamente escogidas hablaban del cuidado con el que se preparó ese día. No faltó quien confesara que, al buscar entre la multitud a sus seres queridos y encontrarlos, el corazón se calmó. Fue en esa conexión con la familia donde muchos encontraron fuerza para vivir con plenitud ese instante. La ceremonia apenas comenzaba, pero ya se sentía el inicio de un nuevo capítulo.
Cada día trajo consigo su propio ritmo. El primero estuvo dedicado a las Facultades de Ingeniería y Ciencias Económicas y Empresariales; el segundo reunió a Humanidades y Artes, Salud y Ciencias Básicas, y el tercero estuvo reservado para Derecho, Educación y los programas Técnicos Laborales. En medio de estas celebraciones, hubo también momentos históricos: la entrega de títulos a tres nuevos doctores. Claudia Fernanda Giraldo Jiménez (doctorado en Ciencias Aplicadas), Jonathan Karlo Martínez Ojeda (doctorado en Derecho) y Lalo Wilderman Reyes Pérez (doctorado en Educación) representaron un hito para la institución y para el camino de investigación avanzada que viene consolidando la USC.
Las palabras del rector, el Dr. Carlos Andrés Pérez Galindo, acompañaron cada jornada como un eco de agradecimiento, esperanza y compromiso. Durante los dos primeros días, su mensaje insistió en reconocer el valor de cada estudiante, la importancia de mantener vivo el vínculo con la universidad y el orgullo de ser santiaguino. Habló de la USC como un puente de movilidad social para la región, de una casa que siempre recibirá a sus egresados. En el tercer día, su discurso tomó un tono más íntimo y reflexivo. Hizo énfasis en que este logro marca un principio y un final, pero, sobre todo, abre un abanico de nuevas puertas. Destacó con emoción la consolidación de los programas doctorales como símbolo de crecimiento institucional, y celebró que la Facultad de Derecho, la primera de la universidad, siga formando líderes que transforman la sociedad.
Y mientras el “Sí, juro” resonaba con fuerza y convicción en el auditorio, las familias respondían con gritos, aplausos, lágrimas y expresiones de amor. Nadie se contuvo al ver subir al escenario a quienes con tanto esfuerzo habían alcanzado la meta. Los grados de honor sorprendieron a todos y despertaron una ovación detrás de cada nombre pronunciado. Pero la emoción no terminó ahí: como ya es tradición santiaguina, la celebración se desbordó en alegría con música en vivo, baile, linternas alzadas y un brindis final que selló estos tres días como una verdadera fiesta del conocimiento y del corazón.
Porque en la Universidad Santiago de Cali no solo se forman profesionales: se construyen historias, se tejen lazos, y se celebra, con el alma en alto, que cada estudiante que se gradúa lleva en su título una promesa de futuro.
A quienes aún están en el camino, sigan soñando en grande, que cada paso los acerca a la meta. Y a nuestros egresados, que este logro sea solo el inicio de una vida llena de propósito, pasión y transformación.