
Cali vivió una de esas noches que quedan tatuadas en la memoria colectiva. El 17 de agosto, la Arena USC se encendió con la llegada de Kabrones, la banda conformada por José Andrëa, Carlitos, Frank y Salva, quienes regresaron al escenario como verdaderos titanes del rock. Y lo que se vivió allí fue pura magia: luces que deslumbraban, guitarras que rugían, un bajo que hacía vibrar el pecho y la voz inconfundible de José que atravesaba el aire con la fuerza de un trueno.
El público caleño respondió como solo sabe hacerlo: cantando cada verso, saltando sin parar y entregando un mar de energía que convirtió el concierto en el cuarto SOLD OUT de la gira. “¡Cali, Cali bella! Gracias por esa energía, por esa entrega y por ser un público tan increíble. Ustedes hicieron posible el cuarto SOLD OUT de la gira”, dijeron los músicos entre aplausos ensordecedores, confirmando que aquí la música no solo se escucha, ¡se baila, se celebra y se vive en carne propia!
Los clásicos de Mägo de Oz retumbaron con más fuerza que nunca: “Molinos de viento”, “Fiesta pagana”, “Gaia”, “Hasta que el cuerpo aguante”, “Finisterra” … cada canción fue un viaje en el tiempo, una explosión de recuerdos y emociones que se renovaban en la voz de José y en la potencia de la banda. Y es que Kabrones va mucho más allá de interpretar; revive con fuerza cada una de esas piezas que marcaron a toda una generación, inyectándoles un aire fresco que emocionó a los fanáticos de siempre y conquistó a quienes los escuchaban en vivo por primera vez.

Y es que hablar de Kabrones es hablar de historia. Sus integrantes fueron parte esencial de la formación que llevó a Mägo de Oz a convertirse en una de las bandas de rock más grandes de habla hispana. José Andrëa fue la voz que inmortalizó himnos que hoy suenan en cada rincón del mundo; Carlitos y Frank dieron vida a guitarras legendarias; y Salva sostuvo con su bajo la fuerza de aquel sonido inconfundible. Que esta alineación se haya reencontrado en Cali y lo hiciera nada menos que en la Arena USC es un lujo inmenso, porque pocas veces la ciudad tiene la oportunidad de recibir a músicos que cargan con semejante legado y que, además, siguen creando historia con cada concierto.
El espectáculo encontró en la Arena USC el lugar perfecto para desbordar toda su intensidad. Las luces, la energía del público y la fuerza de Kabrones se fundieron en una sola experiencia que convirtió el recinto en un hervidero de emociones. Cada acorde hacía retumbar el suelo, cada coro encontraba eco en miles de voces y, por momentos, la conexión entre la banda y la gente fue tan potente que la música parecía latir al unísono en todos los corazones. Fue una verdadera celebración colectiva: saltos imparables, gargantas que no se cansaron de cantar y una emoción que se respiraba en cada rincón.
Cali, una vez más, demostró por qué es la ciudad que nunca falla cuando de música se trata. Kabrones se despidió entre ovaciones eternas, pero dejó un mensaje claro: el rock está más vivo que nunca y aquí encontró un público que lo lleva tatuado en el corazón.
Elaboró,
Laura Rodríguez, Unidad de Comunicación.