
El 15 de agosto Cali vibró como nunca antes. Bajo el imponente techo de la Arena USC, más de 1.500 almas se reunieron para vivir un viaje musical donde se encontraron dos potencias históricas del rock en español: desde Argentina, los inconfundibles Vilma Palma e Vampiros, y desde Colombia, la legendaria Compañía Ilimitada. ¿El resultado? Una fiesta cargada de nostalgia, energía y pasión que traspasó generaciones enteras.
Vilma Palma e Vampiros, nacidos en Rosario en 1990 con Mario “Pájaro” Gómez a la cabeza, demostraron por qué su nombre está tatuado en la memoria musical de todo un continente. Apenas sonaron los primeros acordes de clásicos como “La Pachanga”, “Auto Rojo”, “Te Quiero Tanto” y “Mojada”, la Arena USC explotó en un coro unísono que parecía no tener fin. Eran himnos capaces de pintar recuerdos en quienes los vivieron en los noventa y, al mismo tiempo, de encender la emoción de quienes los escuchaban en vivo por primera vez. Y lo mejor: todos, absolutamente todos, desde abuelos hasta nietos, se los sabían de memoria.
Pero la fiesta no paró ahí. El turno fue para Compañía Ilimitada, pioneros del pop-rock colombiano que desde los años ochenta abrieron camino a una escena que hoy se siente orgullosa de ellos. Con la fuerza de sus guitarras y letras cargadas de sentimiento, hicieron retumbar la Arena con joyas como “La Calle”, “Cómo Decirte”, “Polvo de Estrellas” y la inolvidable “Siloé”. Su historia, que incluye colaboraciones con productores de talla mundial y haber compartido escenarios con bandas como Soda Stereo, los consolida como una leyenda viva de nuestra música. Y esa noche en Cali demostraron que siguen más vigentes que nunca.
La Arena USC, con su acústica impecable y un escenario que brillaba como un lienzo de luces y colores, se convirtió en el epicentro de una experiencia sensorial única. Cada riff de guitarra se sentía en la piel, cada estribillo era un eco que viajaba por el aire y volvía multiplicado en miles de voces. Fue la muestra perfecta de cómo este espacio demuestra su grandeza al estar a la altura de los grandes espectáculos y, además, se afianza como un verdadero referente cultural de la ciudad.
Lo más mágico del concierto fue ver cómo la música borró fronteras de edad: padres cantando con sus hijos, abuelas bailando al ritmo de “Bye Bye”, jóvenes saltando como si los noventa hubieran regresado en un abrir y cerrar de ojos. Una verdadera comunión de generaciones que encontraron en el rock y el pop un idioma común.
Esa noche trascendió la idea de un simple concierto; se convirtió en un encuentro con la memoria, un abrazo a los sueños y una celebración vibrante de la fuerza del presente. Una de esas experiencias que se quedan grabadas en el corazón y que nos recuerdan que la música es eterna. Y si te lo perdiste… tranquilo, porque en la Arena USC ya se está escribiendo el próximo capítulo de momentos inolvidables.
Elaboró,
Laura Rodríguez, Unidad de Comunicación.