El 29 de noviembre, la Universidad Santiago de Cali abrió sus puertas a la ilusión. Desde muy temprano, el campus se transformó en un parque lleno de colores, música, personajes y actividades pensadas para que los hijos de los colaboradores vivieran una mañana inolvidable. La Fiesta de los Niños de la USC se convirtió en un espacio donde la imaginación corrió libre, el juego se volvió lenguaje común y las familias compartieron una experiencia que confirmó que la alegría también es parte del ADN santiaguino.
Para los mayores de cinco años, la diversión empezó con una zona diseñada para quienes no le temen al reto. Había cuatro inflables gigantes, algunos llenos de obstáculos y otros de agua, perfectos para liberar energía; además de una pista de espuma que provocó carcajadas en cada intento y una yincana que invitó a poner a prueba la coordinación, la velocidad y el trabajo en equipo. A cada paso, los gritos de emoción marcaban el ritmo de una mañana que se sentía interminable en el mejor sentido.
Los más pequeños también tuvieron su propio universo encantado. Una zona de pelotas pensada para explorar sin miedo, trencitos que despertaron miradas asombradas, lienzos donde podían pintar con pintura y colores, y pequeños recorridos de obstáculos que les permitían descubrir el mundo a su medida. Allí todo era celebración: cada dibujo, cada salto, cada pasito se convertía en un pequeño triunfo compartido entre los niños y sus padres.
Y como en toda fiesta que se respete, la magia también hizo su aparición. A lo largo de la mañana desfilaron personajes que hicieron vibrar a los asistentes: El Grinch, siempre travieso; Mickey y Minnie, infaltables; un reno juguetón, Papá Noel listo para abrazar y saludar; y Elsa, que llenó de fantasía el escenario. Hubo bailes, cantos, actuaciones y momentos que parecían sacados de un cuento. Los niños cantaban, imitaban, corrían hacia sus personajes favoritos y vivían la emoción con ojos gigantes.
La jornada también estuvo acompañada de detalles pensados para sorprender. Bonos, regalos, dinámicas interactivas y actividades guiadas mantuvieron la energía en alto, mientras que los padres disfrutaron de su propio espacio con refrigerios, bebidas y un ambiente que invitaba a conversar y compartir.
La Fiesta de los Niños duró toda la mañana, pero su impacto fue mucho más allá. Lo que comenzó como un evento recreativo terminó convirtiéndose en un recordatorio valioso: que la universidad también es un lugar donde la familia se celebra, donde los pequeños encuentran motivos para soñar y donde la comunidad se reconoce en sus sonrisas.
Al final, mientras los niños regresaban a casa con pintura en las manos, premios en los bolsillos y la emoción aún encendida, quedó claro que la USC trasciende su misión académica al cultivar experiencias que se quedan a vivir en la memoria afectiva de cada familia.
Elaboró,
Laura Rodríguez, Unidad de Comunicación.